El blasón que pudo ser

24/04/2013

El 15 de febrero de 1905 el rey Alfonso XIII firmó la carta de otorgamiento de un escudo propio para el entonces Ilustrísimo Ayuntamiento de la Villa de La Orotava. Se cerraba de esa forma un periplo cargado de búsquedas infructuosas, propuestas inconclusas e idas y venidas a la capital del reino.

https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/550299_529566137100526_1722038092_n.jpgEscudo propuesto por José Agustín Álvarez Rixo
Desde ese momento dragones, manzanas de oro, coronas antiguas y dragos adornan documentos y fachadas y dan lustre a toda fiesta que se precie. Atrás, en el olvido que protege a todo logro largamente deseado, permanecen los personajes y ofrecimientos que protagonizaron un proceso que comenzó en 1846 cuando el representante de la Administración central solicita al Ayuntamiento villero copia del título de Villa y del escudo. Es probable que esta demanda tuviera relación con la norma que estaba en preparación y que entró en vigor en 1848, según la cual sería obligatorio el uso de sello para refrendar los distintos actos administrativos, no bastando, como hasta ese momento, con la firma del alcalde. De hecho, entre 1876 y 1878 tras la R.O. de 30 de agosto de 1876, los gobiernos provinciales remitieron a Madrid copia de los sellos que empleaban los municipios de su jurisdicción.

El escudo que ostenta la Villa de La Orotava fue el aprobado por el pleno del Ayuntamiento el 17 de noviembre de 1904 y que figura en la solicitud que se le hace al Decano de los Reyes de Armas, por la que se pretende la concesión de un “nuevo” escudo. Y esto ocurre después de 58 de búsqueda, en archivos públicos y privados, de algún rastro de la existencia del “antiguo” escudo, cuya pervivencia se truncó en el incendio que el 2 de junio de 1842, que destruye el Archivo municipal. Eso, al menos, es lo que se deduce de las actas municipales, que dejan constancia de la labor de investigación para intentar recuperar dicho patrimonio heráldico. Como ocurriera con muchos otros casos, es lógico pensar que la concesión del título de Villa viniera acompañado de un escudo propio, para su uso en los escritos, edificios, banderas y en cuantos actos fuere menester, cosa que no ocurrió; pero tampoco carece de lógica plausible que el recuerdo individual y hasta la memoria colectiva conservaran rastros de alguno de los muebles o elementos que pudieron conformar ese “antiguo escudo”. Pero no se conservaron. No olvidemos que, en fechas cercanas, ocurrió un acontecimiento similar en El Realejo, una de cuyas consecuencias fue, también, la pérdida de su “antiguo escudo”.

Pero no nos desviemos de nuestra intención original. Decíamos que, en el proceso que desembocó en la concesión de las Armas a La Orotava, se quedaron atrás hechos acontecidos durante todo este tiempo. Si la solicitud remitida al Rey de Armas nos habla de un drago “frondoso y corpulento” con el que se encontró el conquistador Lugo en el momento de su visita, de unas manzana de oro que, evocando el Jardín de las Hespérides, representan a los pueblos del Valle de Arautapala, de quiméricos dragones que soportan el escudo villero y de una corona antigua a modo de pleitesía a quienes mandataron la conquista de estas tierras, no podemos olvidar que medio siglo antes, en 1857, se ofreció el diseño de un blasón que, perfectamente, pudo haber resuelto en algo más de 10 años un asunto al que se dedicaron 60 y que, hecha la solicitud, finalmente no llevó más de cuatro meses.

Este ofrecimiento vino de la mano de José Agustín Álvarez Rixo, quien presentó su propuesta al entonces alcalde de la Villa, el conde del Valle de Salazar. Título que, por cierto, protagonizó, en 1879, un pleito de propiedad entre Domingo Salazar y Medina y Esteban de Salazar y Ponte, nieto, este último, por línea primigenia del alcalde Esteban Salazar y Monteverde, que terminó por obtener la Real carta de sucesión.

El escudo ofrecido por Álvarez de Rixo, diseñado olvidando alguna regla heráldica, pretendía ser parlante por cuanto, al incluir el drago de Fanchi, permitía que se identificara el lugar al que representaba y no olvidaba la devoción y dedicación que este Pueblo tiene por cuanto se refiere a lo religioso, al incluir la silueta del templo de Nuestra Señora de La Concepción; aunque, al hacerlo, olvidaba la pujanza de San Juan del Farrobo. No queriendo olvidarse de lo más evidente de nuestro paisaje, sustituyó la corona que, tradicionalmente, timbra las armas municipales por la silueta nevada del Teide y remata la propuesta situando dos banderas, antigua y nueva, como soportes del escudo que viene con orla de ramos de vid.

Este ofrecimiento o no gustó, o prefirieron seguir con las indagaciones sobre el “antiguo” o no respondía a la idea que los regidores del municipio pensaban que debía ostentar el símbolo que lo representara. El caso es que La Orotava tiene un blasón que pudo ser y no fue.


Fernando D. Rossi Delgado
Experto universitario en Heráldica, Genealogía y Nobiliaria



Fuente: http://laorotava.diariodeavisos.com/2013/04/16/el-blason-que-pudo-ser-por-fernando-d-rossi-delgado/


Foto: El blasón que pudo ser