El frustrado motín de 1718 contra los caciques de la Villa de La Orotava

16/05/2013

Hubo un tiempo en las Islas, siglos atrás, en que era habitual en los pueblos los alzamientos contra la explotación de los terratenientes y la oligarquía. Eduardo P. García Rodríguez recoge muchos episodios de este tipo en su trabajo Alzamiento, motines y represiones en Canarias. Uno de los que relata con más detalle fue el ocurrido en 1718 en La Orotava.

Cuenta García Rodríguez que en el amanecer del 25 de febrero de ese año apareció en la esquina de Santa Clara un cartel anónimo con varias reclamaciones: “La creación de una cárcel en la localidad, que no se permitiese extraer expedientes ni procesos de aquella jurisdicción, que se construyese una fuente y que se distribuyese el vino en las tabernas con más equidad”. El pasquín fue mandado a retirar por el alcalde mayor, pero a la noche siguiente fue repuesto por un grupo de cincuenta encapuchados. Esta petición, aparentemente normal para la época, encerraba en realidad un trasfondo político mucho más complejo. Los instigadores convocaron una asamblea general para el 5 de marzo en la ermita de San Roque.

http://www.diariodeavisos.com/wp-content/uploads/2013/05/Calle-Juan-Pdron-Orotava-1920.jpgLa asistencia fue tan masiva que se hizo preciso trasladar el acto a la iglesia de San Agustín. Una de las voces que se dejó oír fue la del vicario Juan Delgado, quien propuso añadir las siguientes peticiones: “Primero, que se reintegrase la alhóndiga, porque debiendo tener en su almacén dos mil fanegas de trigo, solo tenía 14. Segundo, que el Cabildo de La Laguna hiciese entrega a La Orotava de los propios pertenecientes a aquel distrito. Tercero, que se repartiese el vino en las tabernas sin intervención de la justicia. Cuarto, que se recogiese el agua sobrante en un depósito. Quinto, que de lo que de ella y de los propios se recaudase se destinara a la construcción de un puerto y fábrica de una cárcel, un hospital y una parroquia”. Pero los verdaderos intereses y necesidades sociales iban más allá de esas peticiones.

La noche del primero de abril, los sublevados escalan la torre de la iglesia de La Concepción y tocan las campanas a rebato. Más de 1.500 vecinos acuden a la llamada y se forman en tropa. Se dirigen a la casa del alcalde mayor, Alonso Pérez de León, y derriban las puertas. El alcalde consigue huir. La columna se dirige a la casa del alférez mayor y coronel, Francisco Valcárcel. Apuntándole con varias armas de fuego le intimidan para que convoque al regimiento y marche con ellos en busca del alcalde y del escribano. El coronel se niega a las pretensiones de los alzados, quienes lo obligan a acompañarles hasta una de las calles céntricas, donde un pregonero reclama que se expulse al alcalde “por enfermo y poco letrado”. Al amanecer los sublevados celebran una asamblea en los llanos de San Sebastián, y luego, “con tambor batiente”, se dirigen a Las Caletas del Puerto. Por el camino talan viñas, derriban casas, arrancan árboles y arrasan mojones, como recuperación de las tierras comunales de las que habían sido desposeídos los vecinos por la primera Corporación exenta. La sublevación se mantuvo hasta que el general Landaeta entró en la villa el 5 de abril al frente de los regimientos de Güímar y el Realejo, restituyendo al alcalde. Luego se apresó y desterró a algunos de los amotinados.

Cualquier tiempo pasado no fue mejor…

Foto: Vista del Teide desde la calle Juan Padrón, en La Orotava, sobre 1920. / CEDIDA POR LA FEDAC-AUTOR: DESCONOCIDO

 

Fuente: diariodeavisos.com (Agustín González)