La Orotava llegó a contar con trece molinos de agua – Por Manuel Hernández*

11/05/2013

Trece eran los molinos de agua que existieron en La Orotava, de los que diez han llegado sus edificaciones hasta nuestro días, aunque solo dos se dedican plenamente a la fabricación de gofio. Sin embargo, desde 1951 el agua dejó de ser su energía.

El primero de ellos en ritmo descendente, el conocido por el nobre de la sierra no ha llegado hasta nosotros, aunque se conserva su asiento. El 2 de diciembre de 1877 Rafael de Frías y Pérez solicitó al Heredamiento “levantar y poner en movimiento el molino que antes existía allí”, que había heredado de sus abuelos. En efecto se intentó su rehabilitación, pero su existencia fue precaria. En 1892 Cesar Benítez de Lugo adquirió su finca. En 1906 reseña que “existen todavía las ruinas de un molino harinero”, que funcionaba pocos años hace antes de adquirirla.

Se habían suspendido los trabajos “por el mal estado de los canales y del cubo, que era de madera”. Su propietario no pudo asumir su reforma por no poder afrontar tales los costes. Intentó levantarlo de nuevo, pero el heredamiento en su sesión de 10 de diciembre de 1906 lo impidió por entender que constituía un gravamen para tal sociedad.

Del segundo, perteneciente a la casa del Marqués del Sauzal, sólo existía en 1813 su asiento y se hallaba por encima de la ermita de Santa Catalina. El tercero, el de la Cruz Verde, o de las Cruces se hallaba en pleno uso y ha llegado hasta nosotros. Había pertenecido al colegio jesuita de La Orotava por herencia de Juan de Llarena. Con su expulsión en 1767 fue subastado, pasando su propiedad a los Cólogan.

El cuarto, el de cubo alto, era de Gaspar de Aponte. Era “servible” y también ha subsistido. El quinto, situado en la calle Rosa de Ara, era del Marqués de Villafuerte. Presenta idéntico estado y conservación. El sexto, en la calle Castaño esquina San José, era de Doña Nicolasa Valcárcel y estaba incorporado al mayorazgo fundado por su antepasado Francisco Valcárcel. En uso por aquel entonces y conservado su edificio hasta la actualidad.

El séptimo, que ha conservado hasta nuestros días intacta su maquinaria tradicional, aunque no se encuentra en uso, está situado en la misma calle, dando al sur con Calvo Sotelo y al norte con Figueroa. Compartían su titularidad el Marqués de la Candia Don Segundo de Franchy y María Benítez, hija y heredera del Señor de la Alegranza, Bartolomé Benítez de Lugo, perteneciente a la rama de los Benítez de las Cuevas. Estaba en uso y conserva hasta hoy su edificio el situado a continuación en la calle del castaño, propiedad por aquel entonces de la citada María Benítez.

El noveno era propiedad de Pedro Benítez de Lugo. Da a los antiguos lavaderos públicos y es el conocido en la actualidad por el nombre de Chano, por su propietario hasta hace bien poco bien, Sebastián González Hernández, cuyos herederos lo mantienen en funcionamiento.

El décimo, situado en la plaza de San Francisco, era de Francisco Bautista de Lugo y Saavedra, Señor de la isla de Fuerteventura, y como tal se conserva. No era el caso del número once, que era del Marqués de la Florida. Estaba situado justo por encima del edificio que fue del colegio jesuita y más tarde ayuntamiento, incendiado como tal en 1841, y sobre cuyas ruinas se levantó la mansión levantada por los Díaz Flores, conocida en la actualidad por casa Brier. En 1813 estaba inservible y sólo conservaba su asiento. El duodécimo era de Antonio Monteverde y se hallaba a continuación de la Casa Colegio. Hoy sigue en uso y es el conocido como La Máquina. El último era el de Diego Lercaro, sin uso en aquel entonces, aunque posteriormente fue rehabilitado, manteniendo su estructura hasta hoy en día.

Todos ellos forman historia viva de la villa y uno de sus más importantes valores patrimoniales, que deben ser objeto de preservación y divulgación.

*Profesor de Historia de la Universidad de La Laguna