El arte del betunero, en la Villa

14/04/2013

La pervivencia de los trabajos tradicionales, de esos oficios de toda la vida, tienen en la vorágine de la sociedad del siglo XXI los días contados. Las nuevas tecnologías y los avances propios de la modernidad pasan como una auténtica apisonadora por encima de las viejas labores, aunque eso sí, siempre hay excepciones.

Una de ellas la representa Ramón Hilario Acosta, un betunero que trae desde Argentina el viejo arte del lustre, ese digno trabajo que abrillanta la apariencia de los señores que quieren lucir sus zapatos como si del brillo de un diamante se tratase. A ritmo de tango y con una honorabilidad fuera de toda, todos los días, de lunes a domingo, instala su oficina en alguno de los bancos de la plaza de La Constitución, en La Orotava.

Con bata azul, herramientas en mano y toda clase de tintes y ‘pomadas para zapatos’, espera la llegada de sus clientes. “No conozco en el Norte de Tenerife a ninguna persona que a día de hoy siga con este oficio. Llegué a esta maravillosa tierra hace 13 años y desde no hace mucho tiempo me dedico de esta forma a ganarme la vida. Me ha sorprendido la acogida que he tenido y lo bien que me tratan en la Villa; ya conozco a casi todo el mundo”, explica Acosta.

Sobre la rentabilidad de este negocio se muestra poco optimista. “Lo cierto es que no es buena época para la economía, pero ahora es lo que toca. Por un accidente que sufrí tuve que dejar mi otra dedicación”, subraya.

El agradable betunero indica que hace unas semanas propuso cobrarle un euro a todos los jubilados del municipio que quisieran pasar por una limpieza de su calzado. “Soy consciente de la falta de recursos de los mayores. Comenté mi idea, gustó y todos salimos bien contentos”, comenta entre risas.

En cuanto al precio, asequible desde cualquier punto de vista, lo tiene claro: “Pido dos euros por trabajo, eso sí, siempre se puede negociar porque lo importante es que el cliente vuelva y quede satisfecho”. Sus útiles de trabajo son bastante sencillos. Lo componen una caja de madera rematada con un posa pies que sirve para guardar los betunes o cremas, los tintes, cepillos y bayetas de filtro.

Además, lleva un banquillo para sentarse a pocos centímetros del suelo y así facilitar su labor de limpieza. Ya es conocido. Dicen los que solicitan sus servicios que siempre tiene alguna frase o pareado divertido para contar.

“La personalidad del hombre está en las manos y en el cabello, pero sobre todo, en los zapatos”, apostilla Ramón Hilario Acosta.

Fuente: diariodeavisos.com (Luis Febles)