La Orotava, un casco histórico singular que merece ser Patrimonio de la Humanidad

29/09/2014
El casco histórico de La Orotava es, sin duda alguna, uno de los más importantes del archipiélago canario, con una serie de características espaciales y urbanas que lo convierten en excepcional en las Islas. Entre ellas, la existencia de dos sectores claramente delimitados: la Villa Arriba y la Villa Abajo, que dibujan un panorama urbano único, tanto por el elevado número de casonas de las clases media y baja existente en la jurisdicción de la parroquia de San Juan Bautista como por los valores histórico-artísticos de las mansiones nobiliarias de La Concepción.

El trazado urbano de La Orotava se configura desde el siglo XVI en torno a una arteria central, la ruta de los molinos, que nace en el camino de la Sierra y muere en La Concepción. Su gran riqueza hídrica procede de los manantiales de Aguamansa que, tras servir de motor a los molinos y suministrar agua para el abasto público, finalizaba en las haciendas de regadío de las zonas bajas.

Este agua sirvió primero para alimentar los cultivos de caña de azúcar y, tras su crisis, los de malvasía, cuyos beneficios convirtieron a la villa en la primera localidad en población del Archipiélago a finales del siglo XVII. Precisamente esos molinos, que forman parte de su trama urbana desde la misma conquista, constituyen por sí mismos un patrimonio cultural único en Canarias por sus características peculiares y diversidad. Ya en 1594 el padre Espinosa decía que existían 11 de a dos piedras, movidos por una acequia que atravesaba todo el pueblo. En 1813 había 13, de los que en la actualidad se conservan 10.

El crecimiento del casco fue tan rápido que ya en 1498 se levanta su ermita de La Concepción, segregada en 1503 como parroquia del Realejo de Arriba y con un alcalde real. Es por aquel entonces cuando tiene origen su trazado básico: por el sur, entre el camino de la Sierra, por encima de la ermita de Santa Catalina; los cañaverales como su límite oeste en la trasera del convento de San Francisco; y por el norte desde la capilla del Carmen (junto a la casa del Marqués del Sauzal y por encima de la antigua hacienda de los Franchy, hoy urbanización del Mayorazgo) hasta el convento dominico, mientras que por el este las dehesas comunales, que serían privatizadas en el siglo XIX, hasta el Llano de San Sebastián, hoy plaza Franchy Alfaro, en la calle Calvario.

Salvo algunas transformaciones significativas en algunas de sus calles en los siglos XIX y XX, el casco histórico de la Villa de Abajo, residencia de su élite nobiliaria, se había conformado ya en los siglos XVII y XVIII. No obstante, lo más llamativo de éste es su enorme adaptabilidad a los estilos dominantes en cada tiempo, por lo que hoy, a pesar de su diversidad, reina una unicidad que podemos admirar en toda su monumentalidad gracias a su alto grado de conservación.

En el de la Villa de Arriba, por su parte, el carácter empinado de sus calles explica que sus clases menos acomodadas fueran estableciéndose allí, con materiales volcánicos de derrubio, entre la calle de Alfaro -hoy conocida por la Hoya- y Santa Catalina. En esta zona se mezclaban solares y huertas, y a partir de éstas se fueron trazando calles, cuya división se dio por consolidada desde mediados del XVII. Desde esa fecha y hasta los años 50 no hubo otro cambio de consideración más allá de la destrucción de varias casas entre las calles de la Bicha y Julián de Noda, llamadas más tarde Zacarías y Pescote, para dar pie a la actual calle de Calvo Sotelo.

En 1608 una cofradía de labradores de San Juan Bautista pactó con uno de los mayores propietarios de solares, Francisco de Valcárcel, la cesión de uno de ellos para fabricar una ermita a esa advocación, a cambio de su patronazgo y enterramiento, que daría pie finalmente a su parroquia en 1681.

Por la riqueza y variedad de sus edificios, su amalgama y adaptación a una trama urbana en ascensión, vertebrada en torno a la ruta del agua, de la que son un claro ejemplo sus excepcionales molinos, el casco histórico de La Orotava reúne valores de tanta singularidad que es merecedor, con las medidas de protección adecuadas, de la consideración de Patrimonio de la Humanidad.

Manuel Hernández es profesor titular de Historia de América de la Universidad de La Laguna
Fotos: CanariasCNNews