“El Bicho” de los Altos de La Orotava, una tradición carnavalera

24/02/2020
“El Bicho” de los Altos de La Orotava, una tradición carnavalera

El Ayuntamiento villero y el aula de etnografía del CEIP Manuel de Falla recuperan este elemento simbólico que no se representa desde 1960

Desde la Concejalía de Patrimonio Cultural, dirigida por Delia Escobar, se trabaja en la recuperación de una representación que se realizaba antaño en los altos de La Orotava en la época del carnaval y se denominaba “El Bicho”, algo similar a “Los Carneros” de El Hierro. En estos días la propia concejala, Ingeniera Técnico Agrícola, ha ofrecido una charla a los alumnos del Aula de Etnografía del CEIP Manuel de Falla sobre esta temática, ya que ha realizado un estudio sobre esta seña de identidad del Patrimonio Cultural y Etnográfico del municipio, y el propio centro trabaja en la recuperación de este elemento simbólico.

Esta representación se hacía, hasta 1960, en los barrios de la zona alta: Aguamansa, Bebedero, Pinolere, La Florida… Solo en el año 1970 lo intentó recuperar el barrio de Pinolere, pero sólo se realizó en esa ocasión de nuevo.

El llamado y temido Bicho de El Bebedero se representó durante unos quince o veinte años antes de la década de los 60 del pasado siglo. “Pese a la huella sembrada en varias generaciones—detalla Delia Escobar— no se conoce reseña escrita sobre esta fiesta del carnaval en la que se combinaba el humor, el misterio, la música y, sobre todo, mucha diversión”.

La concejala subraya que sorprende descubrir como una fiesta local o de barrio, guarda grandes similitudes con otras fiestas aisladas en el país o fuera del territorio nacional. En este caso, en referencia al uso de lo tétrico, lo oscuro y el misticismo para generar intriga y, a la vez, diversión; de cómo el ser humano combina dos sentimientos contrapuestos, miedo y risas, para disfrute de la comunidad por la época del carnaval. Así, esta tradición orotavense presenta similitud con los famosos Carneros de Tigaday en Frontera, El Hierro o los Baifos y Machos de La Aldea de San Nicolás en Gran Canaria, o también con Las Trangas en Bielsa o el carnaval de Torla, ambos en Aragón. Traspasando fronteras se encuentran manifestaciones similares en Cerdeña con los “Sos Boes”, los “Busós de Mohács” en Hungría o en Marruecos con los “Bilmawen. Fiestas pastoriles donde el protagonista se viste con pieles de animales y lana para asustar a todo el que se cruza a su paso.

HISTORIA

Escobar explica que, en la zona alta de La Orotava, dos vecinos de San Agustín en el barrio orotavense del Bebedero, con ansias de divertir y amenizar las fiestas de carnavales de la época, crearon un personaje singular, “El Bicho”. En 1950, Julián Pérez Yánez, más conocido como “el carbonero”, junto con Pascasio Carballo Pacheco, conocido como Nicasio “el chiquito”, ambos del Bebedero, alimentando su imaginación y ganas de pasar un buen rato dan origen a una criatura temible tanto para los lugareños como para los foráneos. Por tanto, se trataba de un elemento festivo que surge de manera espontánea y primitiva, “probablemente inspirado en las prácticas pastoriles y en las leyendas, removiendo los temores anclados en nuestro subconsciente para transformarlos en alegría y diversión”.

La celebración del Bicho comenzaba el domingo de carnaval y se extendía hasta el martes, el Bicho junto con una comitiva de alrededor de 30 ó 40 personas, andaban los distintos barrios sin descanso, día y noche amenizaban caminos, calles, serventías, locales y ventas. Tan solo regresaban a casa para una ducha rápida, cambiarse de ropa y volver a la fiesta. La diversión, música y risas dejaban a un lado el agotamiento físico.

El Bicho con su forma de actuar representa la lujuria, el desenfado, los instintos primarios y por otro lado el domador reflejo de la censura, la represión y la disciplina, de ahí el uso del látigo para ahuyentar todo el mal. Y atacaba a todo aquél que se cruzara en su camino, teniendo especial predilección por las mujeres y los niños. Era la atracción principal de los carnavales, como si de una fiera real se tratara, andaba a cuatro patas o de cuclillas (el personaje tras representar su papel acaba con las manos y rodillas llenas de llagas y heridas), en algunas ocasiones emitía gruñidos o se echaba en el suelo a descansar con la lengua por fuera cual perro cansado. Su papel era causar miedo y asustar a los espectadores a la vez que robaba alguna risa a los testigos de sus ataques. Su personaje caló tan hondo por la excelente caracterización de D. Julián que causaba admiración a su paso. En contraposición encontramos el papel de domador o “adomador”, de constitución baja, pero con suficiente carácter para domesticarlo. Le gritaba “quieto bicho” o “échese bicho” para lograr amansar a esa fiera despiadada, aunque a veces era el bicho el que se enfrentaba directamente.

Tras ellos iba una parranda formada por hombres principalmente de la zona alta de La Orotava o incluso de otros puntos de la isla como los famosos músicos de Arafo, que participaban en los bailes de los salones de Aguamansa para amenizar las tardes de carnaval. Aprovechaban el trayecto para disfrutar unos días acompañando al Bicho en su recorrido por caminos y serventías tocando isas, folías, malagueñas, seguidillas etc. Instrumentalmente formaban la parranda guitarras, timples, laúd, algún violín y el acordeón.

Al paso de la comitiva, los vecinos al escuchar la música salían al encuentro para disfrutar del espectáculo. Orotava, y que guardaban año tras año hasta la llegada de los días de carnaval. El bicho iba ataviado con pantalón corto o en su defecto uno largo remangado y camisa corta, cubría su torso y parte de sus piernas con un trozo de piel de becerro seca que obtenían del matadero municipal. La piel seca era toda una pieza que unían al pecho con unos cordones para fijarla al cuerpo. En la parte trasera le colgaba el rabo del mismo becerro. A la cintura llevaba una cadena de dos o tres metros que servía de correa para que el domador pudiera domesticarlo. En los pies calzaba lonas y para darle un aspecto más dantesco y siniestro se pintaban las manos, pies y cara de negro con el carbón que sobraba del fuego y la boca coloreada de rojo intenso.