
San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza
San Isidro Labrador (Isidro de Merlo y Quintana) nació en Madrid en 1082 en el seno de una familia humilde de colonos mozárabes que se encargó de repoblar los terrenos ganados por Alfonso VI.
Murió el 30 de noviembre de 1172 con 90 años. Fue sepultado en el cementerio de San Andrés, su parroquia. Cuarenta años después, en 1212, su cuerpo fue descubierto incorrupto.
San Isidro es Beatificado por Paulo V el 14 de junio de 1619, fijando la celebración de su fiesta el 15 de mayo. Gregorio XV canoniza a San Isidro el 12 de marzo de 1622.
San Isidro es patrón de Madrid desde 1212, y día de precepto en la capital de España desde 1621.
El Papa Juan XXIII extendió el patronazgo de San Isidro a los agricultores y campesinos españoles por Bula "Agri Culturam" dada en Roma el 16 de diciembre de 1960.
Trabajó como agricultor y pastor para su patrón Iván de Vargas, pero también se dedicó de pleno a ayudar a su pueblo, y en especial a los niños desvalidos y a los que sufren.
Son muchos los milagros que se le atribuyen a lo largo de su vida. Más de cuatrocientos son los que se contemplan en el proceso de su canonización: milagros para afianzar el culto, milagros para concesión de lluvias y también milagros por curaciones milagrosas.
- Milagro del molino donde multiplica el trigo que ofrece a las palomas hambrientas.
- Milagro de los bueyes - En este milagro los bueyes aran y realizan las labores mientras Isidro reza. Al ser espiado por su amo, tras la acusación de que abandonaba el trabajo para rezar, este ve cómo los bueyes aran solos.
- Milagro del lobo - Unos niños le advierten a Isidro que hay un lobo que merodea a su burro, por lo que comienza a rezar y logra con esto salvarlo del inminente ataque.
- Milagro de la olla - Ofreciendo comida consiguió multiplicar la comida que tenía en una olla metiendo un puchero repetidas veces.
Entre sus milagros más famosos está el del pozo. Su hijo, que posteriormente sería llamado San Illán, cayó al pozo y el padre, gracias a su oración, hizo que las aguas del pozo subieran y pudo rescatarlo.
La iconografía de San Isidro se centra, dependiendo del artista de la talla, en algunos de sus milagros. Las primeras imágenes del santo le muestran vestido con un traje de campesino, portando un azadón en la mano derecha. El tipo de ropaje depende de la época en la que se representa, suele portar alguno de los utensilios agrícolas como una pala, azada, hoz, aguijada, mayal, arado. A veces con bueyes conducidos por ángeles haciendo rememoración a uno de los milagros.
Desde el siglo XVII (tras su canonización en 1697) es frecuente encontrarlo representado en compañía de su esposa: Santa María de la Cabeza. Ella suele portar un jarrón de agua, a veces otro apero diferente de San Isidro.
Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador, se llamaba María Toribia, nació en Uceda y vivió en Torrelaguna en un hogar humilde y piadoso hasta que conoció a San Isidro con el que compartió un matrimonio cristiano. Se le conoce como Santa María de la Cabeza porque, un tiempo después de su muerte, su cráneo fue colocado en un relicario en la ermita de la Virgen de ese pueblo. Muchos milagros se obraron por su intercesión.
También se decía que la providencia hacía que su cosecha siempre fuera muy grande, y compartía lo que tenía con los hombres, las aves y otros animales.
Santa María de la Cabeza destacaba por su humildad, paciencia y devoción. Se cuenta que se le aparecía la Virgen María y que cruzaba el río Jarama extendiendo su mantilla sobre las aguas.
El matrimonio tuvo un hijo (Illán) que un día se cayó a un pozo; ambos esposos rezaron hasta que milagrosamente las aguas subieron hasta el brocal, devolviéndoles el niño sano y salvo. A partir de este acontecimiento, el matrimonio decide separarse para dedicarse a la vida contemplativa.
Santa María de la Cabeza sobrevivió a San Isidro y fue enterrada en la ermita que con tanto amor visitaba, la ermita de Nuestra Señora de la Piedad, cercana al río Jarama. Tras una vida dedicada a la oración, María Toribio moría el 8 de septiembre de 1175.
Con el paso de los años y el aumento de su culto, el rey Felipe III ordenó el traslado de su cuerpo a la Catedral de San Isidro de Madrid, junto a los de su esposo, para que allí recibiera debida veneración y culto. En el siglo XVIII fue canonizada por Benedicto XIV.